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Estamos viviendo un momento de cambio. De esos que, tal vez, al mirar hacia atrás en el futuro, nos hagan decir: “Te acordás cuando se hacía todo sin inteligencia artificial?”

La inteligencia artificial es algo que llegó para quedarse en muchos aspectos de la vida moderna. Explicado de una manera muy simplificada, se trata de hacer que las computadoras realicen tareas que hoy en día la realizan los seres humanos, analizando grandes cantidades de datos (big data), pero con un mayor grado de eficiencia, rapidez, precisión, estandarización de los procesos y automatización. Esto se utiliza hace tiempo en muchas esferas de la vida cotidiana, y ha comenzado a utilizarse en la medicina también. Por supuesto, como era esperable, la medicina reproductiva no es la excepción y, desde hace un tiempo, en muchas áreas se ha estado evaluando el uso de la inteligencia artificial para diferentes cuestiones.

Uno de los objetivos que se ha perseguido desde los inicios de la fertilización in vitro, es la selección del mejor embrión para transferir. Hacer un adecuado ranking de embriones en función de las probabilidades de éxito, permitiría que los pacientes consigan un embarazo lo antes posible, acortando lo que se denomina el “tiempo al embarazo”. Además, si permite seleccionar aquellos que tienen menos chances de tener un aborto, eso constituiría, per se, una ventaja adicional. Si bien esto se ha conseguido parcialmente al dejar evolucionar a los embriones hasta el estadio de blastocisto, y biopsiando esos blastocistos para hacerles PGT-A, aún no se ha logrado optimizar. Hace varios años se trabaja en evaluar la morfocinética de los embriones, tomando fotos y filmaciones continuas (time-lapse), y evaluándolas mediante algoritmos que utilizan la inteligencia artificial, para identificar pequeños cambios y analizando todos los datos obtenidos, con el objetivo de realizar una mejor selección embrionaria. La evidencia publicada hasta el día de hoy no es aún convincente. Pero parece que por ahí va a haber una oportunidad de mejora. Se sigue trabajando en evaluar más datos y mejorar los algoritmos predictivos.

Asi como se intenta seleccionar a los embriones, se busca también seleccionar a los espermatozoides mediante el uso de la inteligencia artificial. El objetivo, en este caso, es inclusive, mejorar las tasas de éxito, puesto que se podría realizar un ICSI utilizando los espermatozoides con mejor potencial reproductivo. La inteligencia artificial se podría utilizar para seleccionar espermatozoides por morfología y fragmentación de ADN. También podría ser útil para identificar espermatozoides en las biopsias testiculares.

Otra área que se podría beneficiar de la inteligencia artificial es las predicción de éxito y la personalización de los tratamientos. Contar con una infinidad de variables analizadas, cada una de ellas, de manera individual, permitirá comprender, de una manera más certera, las probabilidades que tiene cada paciente de tener un tratamiento exitoso. Además, conocer estos detalles, podría permitir hacer una selección del tipo de estimulación que mejor se adecue a esa paciente.

En resumen, la inteligencia artificial es una herramienta que aún no tiene una evidencia firme que la respalde para su uso rutinario, pero que se encuentra en fase experimental en un sinnúmero de áreas que podría modificar de forma sustancial la medicina reproductiva del futuro cercano.


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Dr. Demián Glujovsky en CEGYR
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