Cuando yo estaba en la residencia, en CEMIC, uno de mis grandes maestros en la medicina me dijo: «Demián, cuando llega una paciente a la guardia y tenés que decidir si vas a operarla de urgencia o no, tomate todo el tiempo que necesites. Es una decisión importante y requiere que la evalúes bien. El tiempo que uses en ello es tiempo bien invertido. Pero, una vez que hayas tomado la decisión de ir al quirófano, cualquier demora es tiempo perdido. Es decir, una vez que sabés qué es lo que vas a hacer, no hay motivos para retrasar la ejecución del plan.»

En los tratamiento de fertilidad, este concepto es clave. Es importante que quienes están con dudas sobre hacer o no una consulta o un tratamiento, puedan tomarse el tiempo para pensarlo. Es tiempo bien invertido (nadie quiere apresurarse a tomar una decisión importante). Pero una vez que la decisión de realizar la consulta está  tomada, es fundamental que el profesional que los evalúe realice todos los estudios diagnóstico en el menor tiempo posible (usualmente 1-2 meses a lo sumo) para comenzar lo más rápidamente posible con los tratamientos.

Como sabemos, el paso del tiempo reduce las probabilidades de embarazo, así que hacer los tratamientos antes, las aumenta.

Y este mismo concepto hay que aplicarlo a los tratamientos. Cuando uno resulta negativo, hay que evitar pisar el duelo del que pasó con el que viene, pero tampoco es bueno demorarlo.